En tiempo de migraciones, desapariciones, los fantasmas del ser humano deambulan por lugares inhóspitos y subyacente cuento la presencia de un mundo mágico, el acompañamiento de naguales, viviendo entre el lugar de los muertos y de los vivos.

 

Este trabajo abre una ventana a lo incorpóreo; por otra parte, invito a dar un paseo al costado, en busca de una segunda realidad, no imaginario.

 

La ausencia es una forma de oxímoron, es un trazo en constante evolución, es la objetividad de la existencia y la subjetividad de la experiencia recorriéndola, es el pasado y el presente, la muerte y la vida.

 

Es todo lo que se descubre allí, pero también todo lo que todavía está oculto allí. En fin, se abre como una herida bajo el escrutinio de un sol ciego.

 

Esta escritura de la migración soñada es causada aquí por una tensión pictórica y suponemos que se buscó casi constantemente en aquellos ausentes a quienes quiero designar simbólicamente como actores de la narración de la obra y no modelos simples.

 

El nagual es nuestra esencia, nuestro ser en pos de su libertad y las huellas que deja en su caminar, son las huellas culturales de una sangre milenaria.

 

Bajamos desde el Norte y volveremos hacia el Norte.