El desarrollo de esta serie es sobre la vida íntima de nuestros contemporáneos en su casa. Precisamente realizo la fotografía de la persona en su recámara, siendo el lugar más personal en el hábitat, en donde la gente se anida en su comodidad, a veces frente a la soledad, pero sobre todo en un inevitable viaje introspectivo.

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La alcoba es un espacio acogedor donde nadie está invitado. Es un lugar aparte, sagrado. La historia de la persona se define entonces bajo esta mirada que captura la realidad en su expresión más cotidiana y más ordinaria.

Esta intimidad expuesta me permite desarrollar esta puesta en escena de lo cotidiano. ¿Qué extrañeza puede revelar la realidad en un espacio tan íntimo como es la recámara? La cama donde justamente uno pierde el conocimiento para adentrarse en lo onírico o pierde el sentido de su papel en la sociedad o el sentido mismo de su propia realidad. La sucesión de varias imágenes teniendo por hilo conductor, el cuarto, delata la presencia extraña de algo ausente, ¿la misma historia de la persona?

La persona a quien retrato se vuelve aquí una figura espejo de nuestro propio universo. A través de estos retratos, como observador, tenemos la posibilidad, de confirmar en el otro nuestro deseo inconsciente de encontrarse, de reconocerse.

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La realidad y la ficción tienen el mismo camino, cuestionar en gran parte los aspectos sociológicos de los habitantes de la sociedad actual. La ficción se define por la presencia casi surreal de la persona en su lugar más íntimo, por haber aceptado el reto de enseñarse, creando así una representación teatral de su existencia.